VALE X 1000
- IBA
- 8 jun 2019
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 8 jun 2019
Nos pasamos gran parte del día intentando cambiar las cosas, modificar los sucesos, planear los acontecimientos… intentando alterar lo que esta fuera de nosotros mismos. No nos damos cuenta, o no queremos dárnosla, de toda la energía que gastamos cuando intentamos cambiar los sucesos externos, aun sabiendo que la mayoría de éstos son inevitables. Si no logramos modificar la realidad a nuestro antojo nos enfadamos, avergonzamos, frustramos etc. y gastamos aún más de esa valiosa energía.
Nos encerramos en bucles que parecen no tener salida. Vuelta tras vuelta, vuelta tras vuelta. Así se marea la mente. Y ya sabemos lo que pasa cuando la mente se marea. Sabemos lo que somos capaces de llegar a hacer. Cuando perturbamos y mareamos la mente, ésta manda mensajes confusos al cuerpo haciendo que éste también se perturbe y maree. De ahí surgen nuestros rasgos destructivos (y autodestructivos por consiguiente).

Cuando me paso todo el día, por ejemplo, planificando el viaje perfecto que quiero a hacer a China midiendo hasta el más mínimo detalle, no me estoy dando cuenta de cuanta ‘energía-mental’* estoy gastando imaginándome el viaje, a sabiendas de que lo más probable es que nada de lo que imagine suceda. Luego llego a China con mis maravillosas expectativas y me acabo llevando una tremenda decepción porque nada es como era en mi idealización. ¿Y cómo me sienta eso? Pues no muy bien, lo aseguro

El bus llega tarde, me enfado. La calidad de mis nuevas letras no son tan buenas como esperaba, me frustro. Hago un chiste que nadie entiende y que no causa ni una sonrisa, me avergüenzo. Se suspende el concierto al que iba a acudir, mira, ahí me enfado y mucho. Y así vivo todos los días enfadado porque la cosas de fuera, los sucesos externos, no son como yo quiero que sean. Esos sucesos inevitables que tanto trataba de modificar, paradójicamente, ahora me modifican a mí, mi estado de ánimo.
¿Qué hago para detener esta rueda?¿Cómo puedo lograr salir de este bucle autodestructivo?
Eeey, para el carro, deja estar a las cosas. Tranquilo hombre, siéntate, cierra los ojos y tómate un respiro. Deja a las cosas que sean. Deja a los sucesos que sucedan. Deja de mirar hacia fuera y mira para dentro. El bienestar, la confianza, la felicidad no son cosas que dependan de terceros. Las cosas que dependen de terceros son cosas que no podemos controlar. Las cosas externas no dependen de nosotros, pero las internas sí. Se trabaja donde se puede trabajar. Un leñador no se va a al desierto a trabajar.
Vale, esta muy bien la teoría. ¿Y la práctica? ¿Cómo hago para no enfadarme si el bus va tardar media hora más de lo previsto? ¿Que debo de hacer para no frustrarme con la calidad de mis escritos?
Lo primero de todo es saber que el ejercicio que voy a proponer ahora es un entrenamiento. Y como en todo entrenamiento habrá ocasiones en las que te veas muy en forma, en las que puedes con todo y otros momentos donde verás que todo te cuesta una barbaridad y que no te sale nada… pero, eso es lo bonito, ¿no?, reconocer que no siempre se puede con todo, pero que cada adversidad es un aprendizaje camuflado de dificultosa situación.

El ejercicio consiste en identificar el primer pensamiento, como un 'target', que surge nada más nos enteramos de lo que ha sucedido. Justo cuando nos enteramos de que el bus va a tardar un buen rato todavía y que vamos a llegar tarde a trabajar, justo ahí, identifica el primer pensamiento que surja y fulmínalo. ¿Fulminarlo? Sí, fulminarlo. En el instante en el que veas que un pensamiento asoma, mátalo. ¿Cómo matas un pensamiento? Aceptándolo y no creyéndotelo. Estas es MI clave. Cada uno tiene que encontrar la suya. Quizá algunos respiren conscientemente, otros cuenten hasta diez etc. etc.
El método que uso lo he denominado “vale x 1000”. Voy a poner un ejemplo práctico: acabo de mirar el horario del bus en la app del móvil, veo que se va retrasar una hora y que es el único bus que me puede llevar al trabajo a la hora y ya es la segunda vez que lo pierdo, entonces, ahí, en ese preciso momento, antes de que cualquier pensamiento surja, me digo a mí mismo “vale, vale, vale, vale, vale, vale...” mil veces por lo menos. Me paso 2 minutos de reloj diciendo: vale. Como diciendo: vale, lo acepto. Así le doy tiempo a mi cuerpo para que pueda asimilar los hechos desde una perspectiva mucho más serena, más calmada. Y a continuación me vuelvo a decir “vale, Ander, vale, ¿qué es mejor: esperar enfadado al bus mientras me como la cabeza por lo que podía haber sido y no es (gastando julios y julios de ‘energía-mental’, intentando modificar la Realidad) o aceptar que no puedo cambiar los hechos y leerme ese capítulo que había dejado a medias del Wen Tzu?
He tardado como cinco minutos en hacer todo el ejercicio. Cinco minutos que bien podría haberlos pasado enojado con todo y todos, culpando a la vida por su poca consideración conmigo o acabar haciéndome daño a mí mismo dándole un golpe a la mesa o a la pared porque sí, porque estoy enfadado.

Sin embargo, estoy, tranquilamente, a punto de coger el Wen Tzu y acabarme ese capítulo que ayer no me dio tiempo de terminar. Mi jefe probablemente se enfade conmigo por llegar tarde, pero aparte de que las palabras que tengamos antes de entrar a trabajar me las voy a tomar bastante mejor que si voy enfadado y distraído, podré exponer los motivos de mi tardanza mucho más clara y calmadamente.
Como veis, y como he podido comprobar personalmente, es un método sencillo y eficaz. La cosa trata de aceptar y no creerse los pensamientos. Los pensamientos son ‘ilusiones’, ‘no existen’, no se materializan a menos que nos los creamos. Cuando empezamos a creernos lo que pensamos, es entonces cuando los efectos de estos pensamientos se somatizan. Es algo vital, a mi entender, para la salud emocional. Imprescindible. Ya que si prescindimos de este conocimiento (conocimiento que torna en sabiduría cuando es experimentado) cualquier cosa externa, cualquier situación nos agitará, nos perturbará, nos mareará. Si seguimos intentando modificar el exterior, o sea, la Realidad inevitable, objetiva y neutra, para cambiar el interior, es decir, nuestra propia Realidad dúctil, subjetiva y moralizante, no vamos muy bien encaminados, creo.
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